Mapa Digital de los Espacios No Oficiales de las Artes Vivas de la CDMX

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¿Por qué construir cartografías de la distopía?

Resulta necesario posicionarnos desde otro lugar en relación con la obligación que tiene el Estado para el ejercicio de los derechos culturales de las personas quienes habitamos este país. Esta obligación se centra, proponemos, en la construcción de entornos, como espacios de posibilidad para la libre identificación y construcción de referencias culturales, que nos ligan a valores comunes que son necesarios para tomar conciencia de nuestras colectividades, de las capacidades de transformación y de construcción de mundos posibles, menos dolorosos y violentos como los que estamos viviendo hoy en día. A mayor distancia de esa utopía, mayor anulación de esa posibilidad de construcción.

 

El seguir formulando y ejecutando políticas públicas culturales desde la definición operativa de “conjunto de acciones […]” es anular las posibilidades de futuro comunitario. Por lo anterior proponemos pensar, al menos en el espacio de análisis, a las políticas públicas culturales como atmósferas espaciales que posibilitan o inhiben capacidades de libertad y responsabilidad de mundos comunes posibles. Para lograr estas atmósferas se requieren de recursos, medios y condiciones (Román, L. 2022). Específicamente en los medios, aquellos dispositivos para construir, mediar, identificar, proteger esos mundos, entran los espacios denominados culturales independientes. Sin ellos, nos queda más que la monotonía de los medios de comunicación y de las industrias creativas y culturales que han monopolizado todos nuestros sueños.

¿Por qué una cartografía?

El espacio ha sido estudiado desde múltiples disciplinas. Es Lefebvre (2013) quien da cuenta de la necesidad de su análisis para la comprensión de la vida cotidiana. Por medio de la cartografía podemos crear un soporte visual de muchas capaz de información y con múltiples lecturas posibles. Además, permite construir una multiplicidad y densidad de espacios socioculturales que tienen muchas versiones dependiendo de los ojos, de las historias que los narran, diseñan, habitan y transformar de manera cotidiana. Es, en síntesis, la cartografía la herramienta idónea para construir mapas desde muchos ojos para ir comprendiendo territorios pensados como recursos psicosocioculturales desde la idea de “atmósferas” múltiples: afectivas, de concentración de infraestructuras, de perspectivas de género, de violencias, entre muchas otras.

 El Observatorio de Políticas Culturales  emprendió desde  2015 investigaciones interdisciplinaria de largo aliento y en constante actualización para indagarlos, identificarlos y responder a la siguiente pregunta de investigación que atraviesa todas las cartografías realizadas:

¿Cuáles son las atmósferas espaciales derivadas de las interacciones dialécticas que se dan entre los responsables de los espacios no oficiales, las autoridades, los vecinos y las comunidades artísticas?

Para responder de manera sistémica compleja esta pregunta, proponemos ubicar sus narrativas individuales y a sus relatos colectivos (Certeau), con la finalidad de hacer visibles las atmósferas espaciales que son el resultado del accionar de una diversidad de políticas públicas (Román, 2015).

 

Dicho ejercicio de análisis tiene cuerpo una cartografía, entendida como un soporte visual que permite identificar un territorio complejo, pensada como una herramienta, en constante actualización, para aproximarse:

1. Narrativas individuales: identificamos una serie de características (ubicación, distribución, circuito, aforo, objetivo, figura legal) con la intención de identificar tipologías.

2. Relatos colectivos integrados por:

      • a) condiciones diversas en las que operan los espacios: laborales, sostenibilidad, afectivas, de compañerismo; entre otras.
      • b) perspectivas de género
      • c) efectos de pandemia

3. Atmósferas espaciales: entendidas como dimensiones afectivas[2] y de tensión que son resultado de los procesos dialógicos en el marco de las narrativas individuales y los relatos colectivos.

 

[1] Los relatos, nos dice Michael de Certeau, son nuestros transportes colectivos cargados de sutil complejidad, por lo que pueden ser nombrados como metáforas. A partir de estos relatos fue posible fabricar el espacio desde otro lugar, no desde la historia oficial sino desde una historia biográfica de la cual se funda el espacio como resultado de prácticas y relaciones culturales que están ahí en un lugar hecho “región [que] es el espacio creado por la interacción” (Certeau, 2007, p. 138).

 

[2] La sociología de las emociones es una rama de la sociología que se centra en el estudio de cómo las emociones son influenciadas, expresadas y gestionadas en contextos sociales y culturales. El conocido como giro emocional o afectivo, permitió considerar los afectos y los sentimientos como objeto de estudio, y es que las emociones configuran el sentido de nuestras experiencias vitales. Como afirma Mariana Ariza (2020) “las emociones no son simple disfrute o padecimiento, pues todas ellas, advirtiéndonos en cada contexto y momento de cuál es nuestra relación con el mundo, activan la energía del cuerpo que impulsa nuestra voluntad de hacer algo en y con el mundo, bien para mantenerlo tal cual está, bien para destruirlo, bien para cambiarlo.” De aquí la necesidad de hacer visibles esas emociones que son el resultado de los procesos de apertura y sostenimiento de estos espacios ya que conocer esos sentimientos nos permite comprender el verdadero alcance social y humano de las políticas existentes para este sector.

 

Atmósferas – Políticas Culturales

4. Memoria: hemos trazado una línea de tiempo (timelapse) que hace visible las aperturas y cierres de espacios como apuesta de construcción de memoria.

 

Timelapse - Construcción de la memoria de espacios
Timelapse – Construcción de la memoria de espacios

 

¿Desde dónde nos posicionamos conceptualmente?

 

Políticas públicas: 

Atmósferas espaciales resultado del conjunto de acciones u omisiones por parte del Estado, la sociedad civil y el sector privado que configuran espacios simbólicos en tensión. Dichas tensiones son originadas en la interacción dialéctica entre autoridades y responsables, de la formulación y ejecución de las políticas públicas en un territorio, con una heterogeneidad de comunidades. La diversidad de tensiones emanadas de estas interacciones construye atmósferas espaciales que regulan la cotidianidad de todas las personas (Román, L. 2022). 

 

Espacios no oficiales:

Ante una multiplicidad de visiones con respecto a la auto denominación de independiente y el surgimiento de otras, así como en la heterogeneidad de estos espacios, para esta indagación decidimos denominar espacios no oficiales aquellos que no aparecen dentro de la estructura institucional del Estado en cualquiera de sus niveles. Esto implica que son éstos quienes establecen sus mecanismos de sostenimiento, contenidos y gestión; son espacios con un aforo que va de los 30 a las 300 personas; programan espectáculos de artes vivas, audiovisual, literario, entre otros siempre originales como un objetivo primordial de su actividad. Se autodenominan como independientes, autogestivos, autónomos y/o comunitarios y se ubican dentro del circuito de distribución de artes vivas de la CMDX.

 

 

Distopía:

La entendemos como la anulación de las posibilidades de futuro resultado de la activación sistemática e institucionalizada por parte del Estado de políticas públicas que constriñen mundos posibles de quienes se aventuran a abrir un espacio de artes vivas.

 

 

Ilustración: Luz Zavala

Texto: Laura Elena Román García