Atmósferas espaciales

Este segundo elemento constitutivo de la cartografía, visibiliza las atmósferas explicitadas en los relatos colectivos de las responsables de los espacios de artes vivas. Las atmósferas presentadas están matizadas por adjetivos que las personas responsables de los espacios enunciaron como resultado del espacio vivido. Los adjetivos van de la atmósfera menos deseable a lo más deseable en relación con tres categorías: utopía, experiencia y relación, en concomitancia con sus derechos culturales con mitas construir otros mundos. Cada frase de cada uno de los relatos le fue asignado un adjetivo que en su integración con todos los demás relatos definió el tipo de atmósferas. Quienes navegan en este mapa encontrarán en cada atmósfera frases que la  ejemplifican.

  • Utopía,  refiere al futuro imaginado con respecto al tipo de espacio ideal que fue proyectado por el responsable. Dicha expectativa, al ser confrontada con la “realidad”  -con las prácticas ya institucionalizadas de las autoridades (alcaldía, Hacienda, INVEA, Protección Civil), los vecinos, los públicos-beneficiarios, los agentes de los campos especializados y los mismos espacios no oficiales o independientes- constriñeron, destruyeron o logran hacer realidad la utopía del espacio.
  • Experiencia, que da cuenta del proceso de gestión de apertura y el sostenimiento del espacio. Esta experiencia al ser narrada – el acto de significar, comprender y explicar- da como resultado la adjetivación de la
  • Relación, que implicó cualificar el resultado de las interacciones dialécticas entre responsables de espacios, las autoridades y las comunidades.

A partir de estos relatos fue posible fabricar el espacio desde otro lugar, no desde la historia oficial sino desde una historia biográfica de la cual se funda el espacio como resultado de prácticas y relaciones culturales que están ahí en un lugar hecho “región [que] es el espacio creado por la interacción” (Certeau, 2007, p. 138). Con los relatos identificados, afrontamos el reto de construir una significación espacial (Brunet, 1968; y Claval, 1973) desde el lenguaje de la geografía. A través de  dos métodos,  el geoestadístico de interpolación gráfica IDW construimos patrones, áreas y regiones que metaforizan el impacto de las políticas públicas -dirigidas explícita o implícitamente a los espacios no oficiales de artes vivas- por medio de temperaturas y áreas distópicas. Es preciso tomar en cuenta que las coincidencias respecto a los valores son representadas por tonalidades que visibilizan patrones entre los espacios estudiados comparando a nivel espacial y territorial una relación de cercanía o lejanía de diversos comportamientos. Cada matiz de valoración es ejemplificado por una frase extraída de las entrevistas. Esto nos permite visualizar desde la referencia empírica las experiencias vividas por parte de las personas responsables de los espacios.

Utopía

Con respecto a la utopía  estos espacios en su interacción con las autoridades explicitan experiencias compartidas sobre la destrucción de las expectativas que tenían sobre el tipo de espacio imaginado. Podemos decir que en todas las delegaciones, las utopías de quienes abren estos espacios, sobre todo de quienes están en el circuito de difusión, son alejadas y en consecuencia constreñidas y amoldadas obligadamente como resultado de marcos normativos y de esquemas de percepción y acción por parte funcionarios a nivel delegacional y hacendario que se alejan de las diversas naturalezas de estos espacios. La homogeneización de los establecimientos mercantiles en las leyes aplicables los coloca al mismo nivel que un table dance, bar, restaurante o cadena de comida rápida; y sin embargo, la finalidad social, la inversión y los objetivos económicos son en muchos casos diametralmente opuestos.

Si bien se encontró una atmósfera coincidente entre el ideal y la realidad, no es por una acción eficiente y eficaz por parte de las autoridades, sino por un posicionamiento de lucha por parte de los responsables para cumplir con su ideal muy a pesar de la corrupción, los pagos y la gestión administrativa. Los relatos más dolorosos corresponden sobre todo en quienes el dinero invertido significaba el ahorro de toda una vida laboral en otros rubros. Un porcentaje menor dio cuenta de la no existencia de utopías ya que partieron de realidad conocida por haber tenido la experiencia de la apertura de un espacio en otro momento. Se ubicó también utopías logradas, sobre todo de los espacios que han adaptado y aplicado estrategias de sobrevivencia desde la clandestinidad. Por último, los relatos de espacios que no representan ningún riesgo a las autoridades porque no hay entradas económicas, dan cuenta de utopías coincidentes. A pesar de esto, existe para algunos una especie de frustración en la experiencia y relación con las autoridades como resultado de la invisibilidad en la que los colocan.

Experiencia

La gestión inherente a la apertura y mantenimiento de un espacio cultural y que denominamos la experiencia fue adjetivada como infernal/funesta, terrible, engorrosa, sufrida, frustrante, inexistente, buena, idónea y extraordinaria. Es importante resaltar que en el caso de la experiencia inexistente, ésta vino después de una interacción dialógica infernal entre los responsables y las autoridades. Una vez que las autoridades violentaron y dejaban en claro la mirada que de estos espacios tenían, hubo una especie de ausencia de toda relación, por eso esta valoración. La integración de los relatos colectivos, en contraposición a la utopía da cuenta de una valoración del sostenimiento del espacio con zonas amplias de controlable a difícil, con algunas zonas cuya experiencia va de lo infernal a lo inexistente, con pequeñas experiencias focalizadas buenas e idóneas.

Relación

Tanto la utopía como la experiencia permitieron visibilizar la temperatura de la relación entre las autoridades y los responsables de los espacios. Desde una perspectiva global, sin importar el circuito al que pertenecen éstos, cualifican esta relación como  conflictiva, dañina y nefasta.

Podemos concluir que las atmósferas espaciales construidas como relatos colectivos resultado de las interacciones dialécticas entre los responsables de espacios no oficiales de artes vivas y las autoridades son infernales, de frustración, terror y/o miedo. Las autoridades constriñen de utopías, inhibidoras sistemáticas de la construcción de mundos posibles y en consecuencia, formulan y ejecutan políticas de terror, de persecución y de simulación y de violencia simbólica institucionalizada.

Los relatos colectivos de los espacios culturales no oficiales, contenedores indispensables para que el hecho escénico se dé, reflejan condiciones de posibilidad (Luhmman, 1998) que distan mucho del ideal de un distrito cultural evolucionado (Sacco, 2006; Sacco y Blessi, 2005; Sacco  y Ferilli, 2006); el cual debiera estar constituido por gobierno, agentes especializados y comunidades locales con el fin de suscitar el desarrollo local y comunitario social, económico y cultural vía la potencialización de los agentes creativos y de desarrollar y mantener la originalidad de sus prácticas y productos culturales.

El futuro imaginado de quienes sostienen estos espacios no es nada complicado, sólo se requiere de voluntad política: figuras jurídicas y hacendarias, uso de suelo, procedimientos e impuestos acordes a la diversidad de espacios que configuran este circuito; mecanismos de gestión pública diversificadas y simplificadas para el impulso y sostenimiento de éstos, comodato de espacios abandonados, eliminación de la extorsión y corrupción, políticas de largo alcance para el fortalecimiento de este sector, pero sobre todo reconfiguración de la percepción que tienen las autoridades de su quehacer y la función de estos espacios. Son los funcionarios quienes tienen como obligación el impulso y sostenimiento de estos espacios, y quienes tienen el mandato de traducir las metáforas sobre el discurso de la economía y la cultura para el desarrollo en realidad.

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